"Nadie ha querido enterarse y nadie ha hecho un estudio serio, hemos corrido un tupido velo, y ahora parece que la dialéctica experiencia-diferencia fue una simple escaramuza que quizá ni siquiera ocurrió..."


- El último cuarto de siglo estuvo marcado por el enfrentamiento entre dos formas distintas de concebir la poesía, ¿qué ha quedado de todo aquello?

- Qué pena que ni siquiera nos haya quedado la amistad, aunque quizá sí: una cierta fidelidad, un re-conocernos a pesar de las distancias espacio/tiempo. Como en todo, hay personas éticas y antiestéticas, algunos sacaron tajada y otros siguen en la cuneta. Las nuevas generaciones rehuyen de la poesía de la experiencia, incluso algunos de más edad que se consagraron con ella. Las nuevas generaciones, como en todos los tiempos, ignoran sobre todo a sus precedentes más cercanos, por eso cada día descubren otra vez América. Nadie ha querido enterarse y nadie ha hecho un estudio serio, hemos corrido un tupido velo, y ahora parece que la dialéctica experiencia-diferencia fue una simple escaramuza que quizá ni siquiera ocurrió. ¿Por qué? Porque en esa poesía, hoy, ahora, nadie se reconoce, pero sus más altos cabecillas están en el canon.

- Para la generación literaria de Juana Castro ha llegado tal vez la hora de hacer balance y recoger los frutos, ¿qué gozos y qué sombras habría que poner en la balanza?

- Yo no quiero recoger frutos ni hacer balance, todavía. Tengo siempre la esperanza de escribir algo mejor, de tocar otros palos. He tenido, y tengo, una vida complicada, en cuanto al tiempo personal-familiar, y espero, tonta de mí, que el horizonte se me aclare, cosa ya imposible. Pero si la vida se alarga, y Cervantes escribió el Quijote cerca de los 60 años, ¿por qué no escribir algo bueno a los 65?  
Las sombras son, una vez más, las de la historia, comprobar que buenos talentos, buena poesía de mi generación no tiene la consideración que merece, y en cambio otra sí, por razones extraliterarias, mediáticas o circunstanciales. Los gozos, cuando veo que se reconocen el trabajo y el talento de quienes valen. Para mí, lo mejor es la relación que establezco con el público en un recital, da igual que sean niños, jóvenes o mayores. Hay una corriente eléctrica por la que ellos se emocionan y yo me vacío (y me sube la tensión). Otro gozo es cuando al leer un poema al día siguiente de haberlo escrito siento que está bien (lo normal es tener que corregir).